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En silencio, sobraban las palabras, hablaba la mirada. Esos ojos, seducidos por la magia de la historia, gritaban a voces el encanto por el arte, pedían observar, tocar, investigar… atraídos por esos pasillos que a cada metro cuentan pasajes de la historia de la tauromaquia con protagonistas que han sido parte de ella. De esta guisa recorría Morante de la Puebla el Museu del Bou que Satine tiene en Borriana, con paso sosegado como si del paseíllo se tratase, sin prisas, paladeando cada rincón, fascinado y atento a las explicaciones que Rafa Arribas le exponía sobre este proyecto cultural que pretende recoger parte de la historia taurina para exponerla y divulgarla para todos. 

El torero pospuso su viaje de regreso a La Puebla del Río tras torear en Castellón con la intención de descubrir ese museo del que todos hablan por su ambicioso proyecto y que abrirá sus puertas el próximo septiembre. Morante quiso ver con sus propios ojos esa riqueza cultural e histórica que Satine ha ido reuniendo con especial cuidado y mimo. Y quedó prendado durante las casi tres horas en las que iba descubriendo, junto a su apoderado Pedro Jorge Marqués, los rincones del museo, preguntando curioso al artífice, Rafa Arribas, por el origen de aquellas piezas de gran valor para comprender y explicar la evolución del arte de Cúchares.  

Morante se recreó en algunos rincones muy afines a él, como el dedicado al que fuera su apoderado, Rafael de Paula, al que tanto admira y quiere. Otro genio como él. Y unos pasos más adelante, de repente, apareció algo deslumbrante que hizo dibujar una media sonrisa, un punto tímida y hechizada ante algo colosal, fue al acercarse a un vestido de su venerado Joselito, el torero que le tiene prendado y el que le ha inspirado para rebasar las cien corridas esta temporada como hiciera el de Gelves. Analizó, ojiplático, cada uno de los alamares de la chaquetilla, los bordados de la taleguilla, los machos de las hombreras… ¿le servirá de inspiración para uno de sus próximos vestidos?

Morante quiere estar junto a sus dos debilidades, Gallito y Paula, así que el Museu del Bou ha guardado un rincón para ese tercer pilar que sostiene esa catedral de arte. El rincón de Morante, algo así como el último gran eslabón de la tauromaquia, el torero que ha sido capaz de despertar a la adormilada afición. Es por eso que este genio irrepetible confirmó una donación de parte de sus recuerdos, algunos muy personales, para engrandecer la riqueza de este Museu emplazado en Burriana. 

Embelesado quedó también de la última gran adquisición de Satine, el fundón de espadas de Manolete. Analizaba con sutileza cada parte de una pieza que es única, guardián de aquellos aceros que engrandecieron la figura de una leyenda. Un fundón que recorrió España entera sobre la baca de aquel Buick Azul con el que llegó la trágica tarde del 47 a Linares. Morante de la Puebla desenfundó la espada. ¿Sería el mismo acero que enterró Manolete en la cruz de Islero, el miura que lo convirtió en leyenda? Tal vez. Ahora la empuñaba otro Monstruo: Morante.

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